Descripción
GUADALAJARA
LA MEMORIA PERDIDA
Pocas veces el patrimonio artístico de una ciudad ha sido tan sistemáticamente destruido como en el caso de Guadalajara.
La que fuera plaza fuerte amurallada en tiempos del Cid, ciudad mudéjar y brillante corte de los poderosos Mendoza ahora más parece una ciudad dormitorio que una ciudad histórica.
De sus palacios, ejemplo de las postrimerías del gótico más esplendido o pioneros de la introducción del Renacimiento, de sus conventos e iglesias, apenas se conserva hoy la memoria de lo que fueron o los impresionantes restos mermados de los que aún son.
PASADO Y PRESENTE
La que fuera plaza fuerte andalusí, conquistada en tiempos del Cid por Alvar Fáñez, rica ciudad mudéjar y brillante corte artística y humanista de los poderosos Mendoza, ahora más parece una ciudad dormitorio que una ciudad histórica.
Esta no fue una ciudad de obispos, pero fue rica en iglesias y conventos. Sí fue una ciudad de nobles, de los más nobles. Sus palacios fueron los mejores ejemplos de las postrimerías del gótico más esplendido o pioneros de la introducción del Renacimiento.
De muchos sólo queda el recuerdo de sus solares. Los que permanecen sobrecogen, incluso mermados, por su excepcionalidad.
FRAGMENTOS DE UN PASADO ILUSTRE
Guadalajara relajó el cuidado de su identidad, se dejó seducir por la cercanía de la gran ciudad y se perdió en un mal entendido progreso.
Sin embargo, rascando bajo el polvo de la piqueta, de las bombas incendiarias o de las palas de derribo, aún permanece un sorprendente patrimonio algo oculto y casi desconocido.
Palacios famosos, como el del Infantado, donde vibra la fantasía del gótico y del mudejarismo hispano mezclado con el humanismo renacentista narrado en frescos a la italiana. Otros, que fueron levantados siguiendo las recetas de los arquitectos del Renacimiento florentino del siglo XV, como de don Antonio de Mendoza.
La ciudad medieval asoma en su Alcázar y en sus iglesias mudéjares, como la de Santiago, los restos de San Gil o la concatedral de Santa María de las Fuentes.
Otras desaparecieron, pero de ellas conservamos capillas erigidas en memoria de humanistas judeoconversos puestos en entredicho y que secretamente cantan a sus ancestros y sus costumbres, como la de don Luis de Lucena.
Quedan los restos, militarizados y venidos a menos, de monasterios de porte gótico y noble arquitectura como el de San Francisco, fundado por el Cardenal Mendoza.
Y, por último, la memoria de los hombres y mujeres ilustres mantenida en panteones nobiliarios. Unos barrocos y emulando en su riqueza al de los propios reyes en El Escorial, como el de los duques del Infantado. Otros, con las formas historicistas y modernistas de los siglos XIX y XX, concebidos con una riqueza y monumentalidad poco común, como el de la duquesa de Sevillano.
Memorias personales en una ciudad que perdió la suya, pero de la que nos queda un rastro leve pero suficiente para evocar su rico pasado.
UN ITINERARIO SORPRENDENTE
Les proponemos aventar el polvo del olvido para buscar y encontrar lo que queda. Sorprendernos con lo conservado para imaginar lo perdido, para traer a la memoria el patrimonio que tuvo, pero no retuvo, esta histórica ciudad.
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