Las esculturas del Prado I, arqueología y coleccionismo
Piezas de la Antigüedad
El Museo del Prado es eminentemente una pinacoteca, entre las más destacadas del mundo. El mérito indiscutible de su colección pictórica ha opacado la importancia del resto de sus colecciones, por ejemplo, la de escultura.
Las esculturas del Prado no conforman una colección cronológica, concebida por periodos o estilos bajo una pauta evolutiva, ni posee un discurso aparentemente coherente. Son el resultado de adquisiciones, regalos, donaciones y fondos diversos adscritos al Museo durante los siglos XIX y XX. En esta génesis ecléctica es, precisamente, donde está la clave para entender su gran valor histórico y artístico.
La colección de arte griego y romano, adquirida por Felipe V en el siglo XVIII, los encargos de María de Hungría, Carlos V y Felipe II a los Leoni, en el siglo XVI, las obras adquiridas por Velázquez en Roma en el siglo XVII, las legadas por José Nicolás de Azara en el siglo XVIII, o por Marius de Zayas en el XX, componen el grueso de las esculturas del Museo.
En una primera visita les proponemos comenzar por las esculturas correspondientes al arte griego y romano.
En su gran mayoría procedentes de la colección que Cristina de Suecia reunió en Roma en el siglo XVII. Fruto clásico de una arqueología primaria alentada por las necesidades del coleccionismo aristocrático de la Roma del Seiscientos.
Este núcleo principal fue adquirido por Felipe V y se completa con aportaciones de Carlos IV y los legados de Nicolás de Azara y Marius de Zayas.
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