Salamanca está ligada a su universidad, no como un organismo agregado a su historia, sino como parte inalienable de la misma. Del mismo modo que en su famosa fachada plateresca aparecen los Reyes Católicos con el emblema “los reyes para la Universidad, la Universidad para los reyes”, podríamos cambiar “reyes” por Salamanca.

De esta fachada es famosa la pequeña rana que hay sobre una calavera. Buscarla es como un ritual, semejante a la búsqueda de cierto personaje de comic, pero buscar el sentido de esta fachada es mucho más enriquecedor para el viajero curioso. El premio consiste en comprender hasta qué punto el arte del Humanismo está ligado a la representación del Estado, porque del mismo modo que la lengua es compañera del Imperio, a decir de Nebrija, el arte también lo es.

El patrimonio arquitectónico de esta ciudad es abrumador. Desde el Románico de la Catedral Vieja, y su célebre Torre del Gallo, al Gótico tardío de su Catedral Nueva, la Edad Media ofrece todos sus planos. Pero fueron, sin duda, el Renacimiento y el Barroco los que le dieron su impronta más característica.

Si el Humanismo alumbró las Escuelas Mayores y Menores, la Casa de las Conchas, San Esteban, las Dueñas, el Colegio Fonseca y los innumerables palacios de la ciudad, la Contrarreforma modeló la imponente Clerecía.

Los muros de estas obras recogen la expresión del pensamiento de su tiempo. En San Esteban se alumbró la base primordial de los derechos del hombre y del derecho internacional moderno, enunciados por la imprescindible Escuela de Salamanca. Allí nació la América moderna.

La Plaza Mayor, el gran salón arquitectónico de la ciudad,  ya fue cosa de tiempos más mundanos y burgueses, pero con un excepcional resultado.

También es esta una ciudad de la pintura. Los frescos góticos y el retablo mayor de la Catedral Vieja, las obras de Fernando Gallego y su taller, especialmente el llamado “Cielo de Salamanca” que cubrió la vieja biblioteca de la Universidad, o las pinturas traídas de Nápoles por el conde de Monterrey para decorar el convento de la Purísima, con Ribera y Lanfranco al frente, componen un excepcional catálogo pictórico.

Salamanca es también un verraco de piedra celtíbero junto a un puente romano contra el que descalabraron al pobre Lázaro de Tormes. Es el jardín de Calixto y Melibea donde mullía sus tercerías la Celestina. Es la Cueva de Hércules del Estudiante de Salamanca. Es donde el aire se serenaba y llenaba de luz no usada cuando Salinas tocaba su Realejo y fray Luis escuchaba su música. Es Unamuno perdido en el laberinto de la España contemporánea. Es donde se ejecutó la primera gramática de una lengua europea.

Podemos buscar ranas o astronautas entre los monumentos de esta ciudad, pero hay mucho más bajo la piel de sus fachadas. Hay ideas, hay conceptos, hay apuestas, hay historia, hay arte.

En realidad, lo que esconden, son buena parte de los ingredientes con los que se construyó la España moderna.

Les proponemos explorarlos.