TRÍPTICO DE LA VIDA DE LA VIRGEN
Dirk Bouts
Este original tríptico, con el panel central dividido en dos escenas, perteneció a Felipe II, que lo depositó en El Escorial en 1584.
No hay certeza documental de que Dirk Bouts fuera discípulo de van der Weyden, pero los débitos con este maestro, de la generación anterior, son evidentes. Tampoco le fue ajena la obra desarrollada por van Eyck.
La propuesta de Bouts, aun partiendo de estos legados, no será la de un mero seguidor, desarrollará una estética y un lenguaje propios.
El tríptico del Prado es un buen ejemplo tanto de sus débitos como de su estilo.
Bouts tomó de van der Weyden el recurso de la arquitectura pintada interpuesta entre el espectador y las escenas. A van Eyck lo reconocemos en los ricos paños de San Gabriel, en la primera tabla, o en la base de los tipos humanos que desarrolla Bouts.
Sin embargo, sus composiciones y figuras son más comedidas y atemperadas. En sus obras se respira una atmósfera litúrgica, contemplativa y quieta frente al dramatismo sacro de Weyden o la opulencia matérica de Eyck.
Otro rasgo personal importante de su obra es su valoración del paisaje y el espacio. La construcción de espacios complejos tiene sus precedentes en Campin, Eyck y Weyden. También el paisaje estuvo presente en las obras de Eyck y Weyden, tratado con una gran calidad y un cuidado que iba más allá de un mero fondo escenográfico.
Igual ocurre en la obra de Bouts, pero aquí adquiere una mayor calidad plástica en sus calidades atmosféricas y un mayor valor narrativo. En este tríptico, los paisajes de las dos escenas centrales son verdaderos cuadros de paisaje dentro del cuadro, un valor que precede a los grandes paisajistas flamencos posteriores.
En la primera tabla, que muestra la Anunciación, el manto de María sobresale invadiendo el pórtico que cobija a la escena. La bóveda de la estancia prolonga en profundidad el arco esculpido. Al fondo se entreabre una puerta que daría acceso a otro espacio posterior. El arcángel Gabriel accede a través de una puerta situada a la izquierda y, al fondo, una ventana nos permite ver, desdibujados tras el vidrio, el jardín de la casa, su cerca y otros edificios.
En los objetos metálicos, situados sobre el mueble de la derecha, aparecen reflejadas otras ventanas que quedan fuera de lo representado, concretamente fuera del arco de acceso donde nos encontramos como espectadores.
Bouts ha construido un espacio complejo, múltiple, en el que en torno a la escena que observamos está explícito o implícito todo el mundo que la rodea. Un recurso similar a la tabla de San Juan con el maestro Enrique de Werl de Robert Campin del Museo.
Este “envoltorio” incorpora también el espacio del espectador. En el ejemplo señalado de Campin, o en el Matrimonio Arnolfini de Jan van Eyck, se empleaba un espejo. En la obra de Bouts se logra mediante su reflexión a través de objetos, como la ventana reflejada en la jarra metálica y su luz en uno de los brazos de la lámpara.
Los arcos arquitectónicos que enmarcan las escenas tienen su precedente en el Tríptico de Miraflores de van der Weyden. Es evidente que juegan un rol importante en la construcción espacial de la obra, pero además tienen una extraordinaria carga semántica a través de la iconografía.
En este primero aparecen dos profetas en las jambas y escenas que van desde la creación de Eva hasta la muerte de Abel en las arquivoltas. De este modo María, en el momento de la Anunciación, queda identificada como la nueva Eva de la Redención frente a la vieja Eva del pecado.
La particularidad de este tríptico es que su tabla central no está ocupada por una escena sino por dos, separadas por una fingida columna pintada. Este inhabitual recurso da a la pieza un mayor carácter narrativo, similar a la predela de retablo. El actual montaje de la obra, suprimiendo los goznes de las tablas laterales, lo hace más patente.
Bouts propone una lectura por asociación y simetría. Asocia las tablas en parejas, por su unidad temática, y coloca a ambos binomios simétricamente dispuestos, empleando la columna central.
Las dos primeras escenas, a la izquierda de la columna central, nos narran hechos anteriores al nacimiento, donde la Virgen es la protagonista: la Anunciación y la Visitación. En ambos María es afirmada como la virgen escogida para la Encarnación del Hijo de Dios.
De hecho, la salutación angélica, del primero, y el reconocimiento de Isabel, del segundo, compondrán la primera parte de la oración mariana por excelencia: el Avemaría. Por otro lado, estos hechos son dos importantes fiestas marianas del calendario litúrgico.
El carácter redentor de ambos hechos queda señalado en la decoración escultórica de los arcos. Si en el primero, la Anunciación, aparecía escenas del Génesis relativas a la caída del hombre, como hemos señalado, en el segundo, la Visitación, comienza el ciclo de la Pasión de Jesús, desde la traición de Judas a la coronación de espinas que viene a redimir de pecado.
En estas dos tablas, Bouts confronta un escenario doméstico, en la Anunciación, con un bello paisaje en la Visitación. En ese paisaje aparece una figura masculina sentada ante unas casas, quizás Zacarías, esposo de Isabel y padres de San Juan Bautista, de quien estaba encinta Isabel en este encuentro.
La siguiente asociación, simétrica a la anterior y por tanto consecuente, la componen las dos escenas restantes a la derecha de la columna central. Se trata del Nacimiento, en el momento de la adoración de la Virgen los ángeles y los pastores, y de la Epifanía, o adoración de los Magos.
Ambas resumen a todos los niveles, humanos y celestiales, el vasallaje debido a Jesús y la afirmación de su naturaleza humana y divina. Este grupo, narrativamente, es consecuencia del anterior, su materialización.
Esta materialización queda clara por la presencia de profetas en las ocho jambas de los cuatro arcos de cada escena. Con ellos se alude al cumplimiento de las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento a través de los cuatro hechos narrados.
En estas tablas, Natividad y Epifanía, las arquivoltas continúan narrando la historia de la salvación a través de Cristo.
En las arquivoltas de la primera tabla se completa el ciclo pasional con los episodios que van desde el Vía Crucis a la Resurrección.
En las de la siguiente se narra el consecuente ciclo de Resurrección, con escenas que van desde el Noli me tangere hasta Pentecostés. Esta última marca el nacimiento de la Iglesia y señala el universalismo del mensaje cristiano.
Bouts en este caso opta por proponernos la unidad de espacio. Ambas escenas ocurren en un mismo lugar, el portal de Belén, y ante un mismo paisaje, aunque en distinto momento como podemos ver en el celaje y la luz.
Resulta interesante, quizás por pura economía de trabajo, como ubica, en la tabla de la Epifanía. a San José ante el complejo capitel de la ventana geminada del fondo y a Baltasar tapando la ciudad y el delicado paisaje de montañas, elementos, ambos, que si están presentes en la tabla de la Natividad.
El tríptico de la vida de la Virgen de Bouts, no sólo es una excelente pieza que ilustra el buen hacer de los maestros de la siguiente generación a Eyck, Weyden o Campin, también es un extraordinario y bello ejemplo de la complejidad técnica, conceptual e iconográfica del arte flamenco del siglo XV
Texto extraído a partir de La Guía Oficial del Museo del Prado
Autor del texto original y actual: D. Blanca. Profesor de Vademente
LA OBRA EN EL MUSEO DEL PRADO
Datos:
Dirk Bouts
Haarlem, h. 1420 – Lovaina, 26·04·1475
Tríptico de la vida de la Virgen
hacia 1445
Óleo sobre tabla, 81 x 202,6 cm.
Inventario: P001461
La obra y el autor en la web del Museo
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