PINTURA FLAMENCA, SIGLOS XV Y XVI
VADEMENTE EN EL PRADO
LA PINTURA FLAMENCA DEL SIGLO XV
Fue entre Brujas y Tournai, de la mano de los hermanos van Eyck, Robert Campin y Roger van der Weyden, donde se fraguó, en el siglo XV, una nueva práctica pictórica, un “ars nova”. La realidad ganaba protagonismo a la abstracción simbólica y decorativa del Gótico. La captación de las calidades materiales, la luz, el espacio y las emociones humanas hicieron veraces los asuntos sagrados y mundanos.
Un arte nuevo que se desarrolló en el contexto de la rica sociedad flamenca, cuya vida cotidiana saltaba al arte para convertirse en el escenario intemporal de las obras.
La precisión en el dibujo y el desarrollo del óleo permitieron lograr esa veracidad y una gama de colores de una riqueza desconocida. La luz y las sombras modelaron las formas y las calidades de los objetos, dándoles volumen y tangibilidad en un espacio ilusionista.
Cada pequeño detalle fue atendido con precisión, porque la suma de todas las partes conformaban el todo, es decir, la obra y el mundo representado. La gran calidad material y estética obtenida respondía con solvencia a las necesidades representativas de sus opulentos patronos. Los clientes de un mundo moderno y satisfecho, con una sensibilidad nueva ante la naturaleza, las emociones y el arte.
FLANDES E ITALIA. EL RENACIMIENTO
De este modo, junto a Italia, los Países Bajos se convirtieron en motor del arte europeo de los siglos XV y XVI.
Eran los tiempos de Humanismo moderno, de nuevas formas de espiritualidad, cultura y sociedad, los tiempos del Renacimiento.
Una segunda generación de excelentes sucesores (como Memling, Gerard David o Patinir) afianzaron los estilemas propios de su escuela, pero también abundaron en la asimilación de las propuestas renacentistas italianas.
Ambas escuelas no fueron compartimentos cerrados. Artistas, obras y mecenas viajaron en ambas direcciones favoraciendo una influencia mutua.
Si Italia influyó en la pintura flamenca, también su influencia es evidente en los maestros de la segunda o tercera generación de pintores renacentistas italianos.
LA PINTURA FLAMENCA DEL SIGLO XVI
En el siglo XVI, los talleres artísticos principales se fueron trasladando, desde Brujas o Bruselas, a Amberes Esta será la gran metrópolis del norte europeo durante doscientos años.
En este tiempo, la pintura flamenca dará el salto definitivo al pleno Renacimiento de la mano de artistas como Massys, Gossaert o van Orley.
La tradición, sumada a la modernidad, ofrecerá un complejo panorama estético. Desde el paisajismo de Patinir, al naturalismo de Brueghel “el Viejo” o desde el Clasicismo de Coxie y Antonio Moro a la elaborada retórica manierista, Flandes mantuvo su puesto como centro pictórico europeo de primer orden.
LOS PAÍSES BAJOS Y ESPAÑA
Las relaciones de España, en el siglo XV, con los Países Bajos, primero económicas y luego políticas, fueron un canal de intercambio cultural y artístico tan intenso que decantará el gusto peninsular por el arte flamenco antes que por el italiano.
En el siglo XVI, el asentamiento de la Casa de Habsburgo en España con Carlos V vinculó definitivamente el gusto de la corona por el arte flamenco como un referente dinástico.
Felipe II, que había heredado estos territorios de su padre, comisionó y adquirió numerosas obras modernas pero también continuó buscando aquellas, ya antiguas, de maestros del XV como van der Weyden, Patinir o El Bosco.
La Corona, la Iglesia, la nobleza y la burguesía hispanas reunirán gran cantidad de pinturas que, parcialmente, han revertido en El Prado. Por ello, el Museo es depositario de una de las colecciones de arte flamenco de los siglos XV y XVI de referencia mundial.
Texto extraído a partir de La Guía Oficial del Museo del Prado
Autor del texto original y del actual: D. Blanca. Profesor de Vademente
LA PINTURA FLAMENCA DE LOS SIGLOS XV Y XVI EN EL MUSEO DEL PRADO
Planta O. Salas: 58, 58A, 57A, 56A, 55A y 56
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