Descripción
CAÍDOS EN CUELGAMUROS, EL VALLE DE LOS CAÍDOS
¿VICTORIA, CONCORDIA O MEMORIA?
CAÍDOS EN CUELGAMUROS
El 1 de abril de 1940, “primer año de la Victoria”, por decreto de la Presidencia de Gobierno se disponía la construcción de una basílica, un monasterio y un cuartel de juventudes en el lugar de Cuelgamuros para perpetuar la memoria de los caídos en nuestra Gloriosa Cruzada.
El 23 de agosto de 1957, se creaba la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, presidida por el general Francisco Franco. Esta institución dio fin a la obra y habría de gestionarla. Entre sus labores estaba el traslado al Monumento para su sepultura de los “caídos”. Entre sus premisas se anotaba el siguiente apunte: Este ha de ser… el Monumento de todos los Caídos. Apelando a la Paz y a la concordia entre españoles, los “caídos” del bando vencido en la Guerra Civil también recibirían entierro en el monumento. Las condiciones eran tres: ser españoles, católicos y haber muerto en los tiempos de la contienda.
En marzo de 1959 era sepultado delante del altar de la basílica José Antonio Primo de Rivera, en los columbarios, dispuestos a lo largo de toda la basílica aunque sin visibilidad desde la misma, ya había muchos restos de víctimas de la Guerra Civil de ambos bandos.
Desde 1952, habían comenzado las operaciones de traslado de los “caídos” de la “Gloriosa Cruzada” al monumento, exclusivamente, aunque los resultados no fueron los previstos, siendo una cita clásica la negativa familar al traslado al Valle de los restos, por ejemplo, de José Calvo Sotelo, o de los enterrados en Paracuellos.
Por ello, en 1958, y sin distinción del campo en que combatieran, según impone el espíritu cristiano de perdón que inspiró su creación, comenzaron a llegar al monumento miles de restos de diversa procedencia.
Aquella operación movilizo a buena parte de las administraciones locales, civiles y religiosas. El cuidad puesto fue incapaz de atender la magnitud de la acción, el mayor movimiento de cuerpos de nuestra historia para crear la mayor fosa común del país.
Los registros anotan casi 34.000 personas, aunque se estima que son muchass más, sin registro alguno. El origen, los nombres, la ubicación, los permisos existentes o no por parte de las familias para los traslados, la identificación de quién es quién, forman parte del laberinto actual en el que se mueve el presente de este lugar. A ello se suma la mala conservación de los restos, las cajas que los contenían y las propias criptas que los acogieron.
El 1 de abril de 1959, veinte años después del fin de la Guerra Civil y vigésimo año de la “Victoria”, se inauguraba el Monumento Nacional a los Caídos. En el discurso de inauguración, el general Franco aún hablaba de la anti-España, y del carácter de «Cruzada» de la contienda 36 y la victoria providencial de su «bando»
El 23 de noviembre de 1975, el general Franco fue sepultado en la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. Siempre se ha especulado con aquel y yo aquí que, según el arquitecto, Diego Méndez, dijo el “generalísimo” durante una visita a las obras, expresando así sus deseos de ser enterrado allí. Asunto negado por otros testimonios de su círculo más cercano. Como fuere, fue así, aunque no cumpliera con una de las condiciones esenciales: ser un caído.
El 24 de octubre de 2019, los restos del general Franco fueron exhumados del monumento. El 24 de abril de 2023, los restos de José Antonio Primo de Rivera también eran exhumados a petición de su familia.
En febrero de 1980, el ayuntamiento de San Adrián (Navarra) lograba la exhumación y traslado al cementerio municipal de los restos de 133 personas. inhumadas en Cuelgamuros en 1959. Es el único caso de exhumación permitido, aunque la duda sobre la identificación de los restos quedó señada ante la degradación de la cripta que los guardaba, las cajas y los propios restos.
Actualmente, bajo el amparo de la Ley de Memoria Democrática, hay unas 170 peticiones de familias para localizar, identificar y recuperar los restos de sus familiares. Según noticias del pasado verano, 2024, se han identificado a 12 personas. Según Ángel Víctor Torres, ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, 2024, se estima que hay restos de 22.000 caídos del “bando nacional” y 12.000 del “bando republicano”. Siendo estos últimos los más afectados por estar contenidos en cajas con varios cuerpos, extraídos de fosas comunes, y un largo etc de vicisitudes que dificultan su identificación.
¿VICTORIA, CONCORDIA O MEMORIA?
El arte estuvo al servicio de las comunidades que lo crearon desde aquellas frescas cuevas del Paleolítico. Todos los grandes monumentos, especialmente las grandes obras de arquitectura, han estado ligadas a la expresión de una determinada ideología de Estado, desde los zigurats de Mesopotamia al diseño urbanístico de Washington.
La cuestión estriba en la pervivencia de esos valores, o en que se correspondan con un pasado ya remoto y superado. Lo primero les otorga la condición de viables, lo segundo la de monumento histórico. Pero, ¿qué ocurre en el lapso de tiempo en que se produce el cambio entre ambas condiciones?. Todo es cuestión de tiempo, de generaciones.
El conjunto monumental de Cuelgamuros, el Valle de los Caídos, está precisamente en evolución entre estas dos formas de nombrarlo. La primera apela, asépticamente, al topónimo del lugar donde se levantó, que aparece en el decreto fundacional. La segunda, se pone en relación con los miles de monumentos levantados, en plazas y fachadas de iglesias por todo el país, a modo de memoriales de las víctimas locales de “bando nacional” de contienda del 36.
Mientras dure este tránsito tan sólo nos queda ponderar los valores objetivos del monumento desde sus diversos planos. ¿Cuál fue la evolución del periodo histórico en el que se levantó la obra?, ¿qué significación puede tener para la sociedad actual y. sobretodo, para la venidera?, ¿cuáles son los valores históricos y artísticos del monumento?, ¿cómo debe ser percibido o interpretado?
Por ello nos hacemos una triple pregunta: ¿victoria, concordia o memoria?
EL MONUMENTO
Primero, Pedro de Muguruza y, luego, Diego Méndez, dieron forma al conjunto arquitectónico monumental de Cuelgamuros, el Valle de los Caídos. Las colosales esculturas fueron creadas por Juan de Ávalos. Amén de estos tres nombres esenciales, en la obra trabajaron Fernando Solís (puertas de bronce de entrada), José Espinós (reja de acceso a la iglesia), Carlos Ferreira (ángeles de bronce del acceso a la iglesia), familia Lapayese (esculturas y retablos de las capillas laterales), Antonio Martín y Luis Sanguino (esculturas de los ejércitos del presbiterio), Julio Beovide (Crucificado del Altar Mayor), Juan de Ávalos (arcángeles de bronce del crucero), Santiago Padrós (mosaico de la cúpula del crucero), Ramón Lapayese (coro de los frailes), Victoriano Pardo (mosaico de la capilla del Santísimo).
Aquel cerro aislado en el lugar de Cuelgamuros, encontrado “proverbialmente” por el general Franco para ser lugar de construcción de su proyecto, se transformó en el soporte de la mayor empresa artística del Régimen. Tan cercana al monasterio de San Lorenzo de El Escorial, que podríamos pensar que nacía con el afán de retomar la antorcha refundadora de “España” del gran conjunto de Felipe II.
Uno de los valores del monasterio filipino es, precisamente, su capacidad de expresar a través de su arquitectura, y de todas las artes y elementos comprometidos en su concepción, el concepto de Monarquía Universal que fue clave en la redefinición de nuestra historia en la Edad Moderna (2 1/2 s. XVI y s. XVII).
Esta capacidad de síntesis, a través de una fundación en la que concurren arte, cultura, ideología y política, definen, en gran medida, a algunos de los grandes monumentos levantados a lo largo de la historia.
El proyecto pensado para Cuelgamuros tenía esta dimensión intelectual, más allá de lo fáctico, se expresaba la idea de creación de un símbolo de un nuevo tiempo histórico de una trascendencia absoluta e incontestable. La magnitud y complejidad de la obra, como el monasterio de El Escorial, respondía a esa necesidad simbólica.
Ello determinó la elección del lugar (en el centro de la Península, junto a San Lorenzo de El Escorial), la inmensa basílica (la más larga del mundo), su uso funerario (el mayor cementerio de España), la enorme Cruz (la más grande del mundo), el monasterio benito filial de Silos, y un Cuartel de Juventudes (idea muy de Posguerra) que sería sustituido por un Centro de Estudios Sociales (más apropiado para un país que, tres años antes de su fundación, ingresaba en la ONU).
Se dan todos los elementos, desde el punto de vista de lo simbólico, para que el monumento tenga interés, independientemente de las ideologías. Algo aún difícil de asumir por el factor tiempo que antes señalábamos. Un tiempo que ya ha neutralizado al monasterio de San Lorenzo de El Escorial (tan reprobado por los primeros borbones epañoles), pero aún no ha actuado sobre Cuelgamuros, el Valle de los Caídos.
Hay méritos a los que se apela en forma de record. Nada más absurdo si hablamos en serio de algo. La Cruz es la más grande del mundo (152,4 x 46,40 m), pero lo realmente interesante es cómo logró construirse. La basílica es la más larga del mundo (260 m), pero lo más interesante es cómo evolucionó, cómo se concibió y se contruyó, quién la construyó, para qué sirvió y para qué sirve. La explanada ante el monumento, algo más pequeña que la San Pedro de Roma, ejemplifica los valores últimos de la puesta en escena concreta y universal del monumento por su situación y forma, no por sus 30.600 metros cuadrados.
En la concepción general y en los detalles hay resonancias de la tradición arquitectónica clásica, pero no hubiera sido posible sin el trabajo técnico de la moderna ingeniería que busco soluciones brillantes a graves problemas.
Desde el Romanticismo de raíz germánica, al Panteón de Roma, a Juan de Herrera o Bernini, todo ello en unos términos colosales, que muchas ocasiones tiene aires egipcios, el monumento nace del mejor momento de nuestra arquitectura de posguerra, aunque sólo pudo ser terminado cuando comenzaba la fase de “apertura” del Régimen.
El resultado hay que asumirlo como un todo, aunque nosotros lo tomaremos por partes para analizarlo. Sólo así se entiende mejor la dimensión de maridaje entre naturaleza y obra humana con el que se concibió. Algo, nuevamente, muy similar al proyecto original escurialense de Felipe II.
Nada fue dejado al azar, ni siquiera la transformación de aquella naturaleza granítica y áspera, en un heroico bosque mediante una intensa repoblación. El paisaje de Cuelgamuros también fue, digamos, construido para ser el escenario del monumento empotrado en las montañas, la tumba de los héroes, el símbolo de aquella “nueva España”.
Aunque este monumento aún no haya transitado al lado neutro que da el tiempo y la historia, es tiempo de ir asumiéndolo como uno de los símbolos de poder y de memoria histórica más importantes del siglo XX y de nuestra historia. Llega el tiempo de empezar a resignificarlo, y para ello, tan sólo, les planteamos conocerlo de una forma objetiva, fáctica, y después, quizás, encontremos una respuesta a nuestra tripe pregunta: ¿victoria, concordia o memoria?.
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