Descripción
EL GRECO
SANTO DOMINGO «EL ANTIGUO». PRINCIPIO Y FIN
La dispersión de la colección pictórica del infante Sebastián Gabriel es uno de esos episodios trágicos del coleccionismo español de finales del siglo XIX y principios del XX.
Digno nieto del infante don Gabriel, hijo de Carlos III, don Sebastián se dejó asesorar por José de Madrazo, en aquellos años en los que El Prado iba engrosando sus fondos y se desamortizaban conventos. reuniendo una extraordinaria colección de pinturas.
Por Carlista se las confiscaron en 1835, por arrepentido se las devolvieron en 1861, cuando volvió a España. En 1868, junto a Isabel II, tuvo que abandonar España camino de Francia. Los cuadros no volvieron. Sus herederos los vendieron y terminaron repartidos por medio mundo
Esta es la historia el cuadro más importante de esta exposición. La Asunción de la Virgen que hoy conserva el Instituto de Arte de Chicago, que regresa a España después de más de un siglo fuera. El infante adquirió también los cuadros de los santos fundadores, San Bernardo (único que no ha viajado a Madrid) y San Benito.
Mariano Salvatierra, el escultor, compró La Trinidad y se la vendió a Fernando VII, de modo que esta obra está en El Prado.
En Toledo quedaron los santos juanes, presentes en la exposición, que completaban las obras del retablo mayor. Este retablo, y sus esculturas, también fue cosa de El Greco, y en nuestra visita tendremos que considerarlo, por lo que el artista estaba ofreciendo un conjunto de arte total, incluyendo las tres disciplinas mayores.
Aportaría una última pieza a este retablo, también presente en la exposición, que en su fía fue extraída del conjunto y hoy permanece en manos particulares. Se trata de la Santa Faz. Iconográficamente, esta aportación establece un vínculo entre sus partes que dota a la obra de una profunda carga teológica. Desde el punto de vista de la comprensión de la imagen religiosa de El Greco, nos vincula al icono bizantino, a esa parte de su formación pictórica en Creta que, a pesar de su transformación en un pintor “a la italiana” jamás olvidó.
El encargo incluía dos retablos más, situados a ambos lados del presbiterio y que, también, como el mayor, se conservan “in situ”. Para cada uno realizó una pintura, un total de dos obras: La Adoración de los Pastores y La Resurección.
La primera salió del convento en los años sesenta y permanece en manos privadas, pero la podremos disfrutar en El Prado, la segunda permaneció en su casa, pero también ha viajado para reunirse con el resto del conjunto.
Ambas obras son absolutamente excepcionales, pero lo es aún más verlas juntas. El Greco juega con la luz, con la noche, juega con la realidad, ofreciéndonos dos leccines magníficas de su pensamiento artístico y de ejemplos de metapintura.
El visitante actual de la iglesia conventual de Santo Domingo “El Antiguo” puede disfrutar “in situ” de la magnífica arquitectura del edificio, para la que fue concebido el magnífico retablo creado por El Greco, que allí se conserva, e incluso disfrutar de algunas de las pinturas originales de El Greco, pero las grandes piezas son copias y la obra de El Greco, no puede apreciarse en copias.
Ahora, por primera vez, podemos ver todo este conjunto completo, con sus originales, para comprender quién fue aquel griego recién llegado de Italia, y qué propuesta hizo a una ciudad humanista y culta como Toledo para tratar de seducirla. Lo hará, y el resto de su vida, la mitad, la pasará en aquella “peñascosa pesadumbre” a decir de Cervantes.
Nosotros, aprenderemos mucho de pintura, porque El Greco pintó para lucirse, como buen recién llegado, y estas obras están entre lo más extraordinario, por riqueza cromática y cuidado técnico, de toda su producción.
Para nosotros, siempre rendidos ante este pintor, esta ocasión nos ofrece un extra que no vamos a desaprovechar. Podemos enfrentar estas propuestas del artista recién llegado de Italia, hijo destacado de Venecia y de Roma, con otras obras conservadas en El Prado, ya tardías. Es el caso de los extraordinarios lienzos que proceden de otro gran retablo, el de el Colegio de doña María de Aragón, y que, frente a aquel “griego italiano” nos ofrecen ya al “griego de Toledo”. Un hijo de la España de Contrarreforma, de Felipe II y de su propia madurez como artista, liberado, quizás, de aquella ansiedad por satisfacer y triunfar.
Porque para Santo Domingo «el Antiguo» también pintó La Adoración de los pastores» de 1614, su último gran lienzo que conserva El Prado. Por ello, este monasterio es, en nuestra propuesta en torno al «griego hispano», el Principio y el Fin.
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VISITAS EDUCATIVAS AL MUSEO DEL PRADO
En Vademente entendemos que la docencia se ejerce también más allá del aula, por lo que nuestras visitas educativas son parte esencial de nuestras propuestas.
¿Cuántos museos hay en Madrid? ¿cuántos conoce? Lo más importante, en realidad, es saber ¿cuánto hemos aprendido visitándolos?.
Para Vademente, un museo es, ante todo, un espacio de enseñanza, de estudio y de conocimiento. Los museos son los herederos del “Museion” de Alejandría, la casa de las Musas a donde se iba a aprender artes y ciencias.
Por ello, diseñamos nuestras propuestas considerando que cada museo es un aula. Que cada clase en sus salas es una posibilidad de aprender en contacto directo con aquello que nos interesa.
El Museo del Prado es una de las pinacotecas más importantes del mundo. Quienes realizamos nuestra labor docente en Madrid tenemos el privilegio de poder explicarlo poco a poco, por partes.
Esto nos permite proponer recorridos transversales, por temas, por escuelas, por maestros, por épocas; y, además, hacerlo en grupos pequeños para facilitar el trabajo de análisis, observación e intercambio entre participantes y profesor.
Esta es nuestra propuesta: extraer del Museo todos los contenidos posibles. Hacerlo con calma, por partes, en grupos pequeños, priorizando la calidad y el aprendizaje.
Limitando el número de participantes a 7, más el profesor responsable, favorecemos que la actividad sea más cómoda y más personalizada. Pretendemos facilitar, además, la participación, el análisis colectivo, la observación detenida y el intercambio, actividades propias del trabajo docente que en una visita multitudinaria no tienen cabida.
También evitamos el límite de tiempo concedido a los grupos, siempre compuestos por nueve o más personas. De este modo, podemos ampliar nuestra visita hasta dos horas para realizarla con calma y sin presión.
Al no conformar un grupo también podemos dar libertad a cada participante respecto a la forma de ingreso. Muchas personas tienen descuentos, por distintas circunstancias, o incluso gratuidad, que entrando como grupo no son computables.
Por ello, en estas visitas para grupos reducidos, no incluimos la entrada y cada participante puede acceder como más conveniente sea en su caso.
Hemos convocado una serie de visitas repetidas sobre un mismo contenido, pero en caso de que la demanda de una actividad fuera alta, organizaremos más visitas en otra fecha. Para ello generaremos una lista de espera en la que el turno será el del momento de recepción de la inscripción.
Nuestro punto de reunión será, consecuentemente, dentro del Museo. En concreto en la Sala de Las Musas, un espacio renovado hace unos años para funcionar como gran punto de reunión y vestíbulo del Museo.
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