Descripción
EL SIGLO XVIII EN EL PRADO
ARTE NUEVO PARA UNA NUEVA DINASTÍA
Ajenos al brillante siglo pictórico, que fue el XVII hispano, la llegada al trono de Felipe V de Borbón, acompañado años después de su segunda esposa Isabel Farnesio, supuso una renovación absoluta no sólo de la imagen real, también de la tradición pictórica.
La pintura española entraba en una nueva fase, que alumbraría a nuevos genios como Goya, pero que en la primera mitad, algo más, del siglo XVIII tuvo como protagonistas a pintores venidos de fuera.
Si el rey era francés y la reina era italiana, parece evidente que de allí procederan los pintores transformadores de nuestra tradición, pero todo fue progresivo, poco a poco, y dependiendo quién estuviese al mando del gusto artístico.
La corte de Carlos II, con el gran Luca Giordano activo en Madrid, fue un Finale Maestoso de nuestro barroco del setecientos. Felipe V importó artistas franceses. LLegó Jean Ranc y Michel-Ange Hoasse, dos magníficos pintores académicos. Más tarde, llegó el todopoderoso Van Loo, y con ellos quedó codificada la nueva forma de mostrar al rey y a nueva forma de pintar. Tanto, que se dejó sembrada la creación de la Real Academia de San Fernando, desde entonces, instructora y gobernanta del gusto nacional.
Tras el rey siempre anduvo la ejecutiva reina, cuyos gustos se inclinaban más por lo italiano. De modo que, cubierta la necesidad de los retratos reales por los franceses, había que atajar las grandes decoraciones de los palacios, ahí fueron los italianos, precisamente, los que más tuvieron que decir.
Giovanni Paolo Panini, Francesco Solimena, Sebastiano Conca, Corrado Giaquinto, son sólo algunos nombres de los grandes artistas que enviaron sus obras o vinieron a trabajar.
El vínculo con Nápoles se retomó tras la recuperación del sur itálico por Carlos VII, futuro Carlos III de España. De aquel intercambio el Museo guarda obras de gran interés realizadas por Antonio Joli o Giuseppe Bonito.
En París, frente al academicismo de Van Loo o Houasse, también pululaban las pinceladas sueltas de Watteau, o el hedonismo complaciente de Boucher, la Pintura Rococó francesa, tenía ese gusto tan veneciano por el color, las atmósferas, la poética del color… y en eso enlazaba con nuestra tradición pictórica, al menos en la técnica.
Y aquel siglo XVIII, tan forma, alimentó las veleidades de Paret, que no estaban tan lejos del gusto plástico de Giaquinto y por supuesto de los nuevos venecianos como Tiépolo. Todo esto en pocas salas, pero de una gran importancia.
Este universo más libre y colorista brilló durante el reinado de Fernando VI y Bárbara de Braganza, también en parte con Carlos III, hasta que llegó Mengs e impuso la norma del Neoclasicismo, pero esa es otra historia.
Espereamos que sea de su interés.
VISITAS EDUCATIVAS AL MUSEO DEL PRADO
En Vademente entendemos que la docencia se ejerce también más allá del aula, por lo que nuestras visitas educativas son parte esencial de nuestras propuestas.
¿Cuántos museos hay en Madrid? ¿cuántos conoce? Lo más importante, en realidad, es saber ¿cuánto hemos aprendido visitándolos?.
Para Vademente, un museo es, ante todo, un espacio de enseñanza, de estudio y de conocimiento. Los museos son los herederos del “Museion” de Alejandría, la casa de las Musas a donde se iba a aprender artes y ciencias.
Por ello, diseñamos nuestras propuestas considerando que cada museo es un aula. Que cada clase en sus salas es una posibilidad de aprender en contacto directo con aquello que nos interesa.
El Museo del Prado es una de las pinacotecas más importantes del mundo. Quienes realizamos nuestra labor docente en Madrid tenemos el privilegio de poder explicarlo poco a poco, por partes.
Esto nos permite proponer recorridos transversales, por temas, por escuelas, por maestros, por épocas; y, además, hacerlo en grupos pequeños para facilitar el trabajo de análisis, observación e intercambio entre participantes y profesor.
Esta es nuestra propuesta: extraer del Museo todos los contenidos posibles. Hacerlo con calma, por partes, en grupos pequeños, priorizando la calidad y el aprendizaje.
Limitando el número de participantes a 7, más el profesor responsable, favorecemos que la actividad sea más cómoda y más personalizada. Pretendemos facilitar, además, la participación, el análisis colectivo, la observación detenida y el intercambio, actividades propias del trabajo docente que en una visita multitudinaria no tienen cabida.
También evitamos el límite de tiempo concedido a los grupos, siempre compuestos por nueve o más personas. De este modo, podemos ampliar nuestra visita hasta dos horas para realizarla con calma y sin presión.
Al no conformar un grupo también podemos dar libertad a cada participante respecto a la forma de ingreso. Muchas personas tienen descuentos, por distintas circunstancias, o incluso gratuidad, que entrando como grupo no son computables.
Por ello, en estas visitas para grupos reducidos, no incluimos la entrada y cada participante puede acceder como más conveniente sea en su caso.
Hemos convocado una serie de visitas repetidas sobre un mismo contenido, pero en caso de que la demanda de una actividad fuera alta, organizaremos más visitas en otra fecha. Para ello generaremos una lista de espera en la que el turno será el del momento de recepción de la inscripción.
Nuestro punto de reunión será, consecuentemente, dentro del Museo. En concreto en la Sala de Las Musas, un espacio renovado hace unos años para funcionar como gran punto de reunión y vestíbulo del Museo.
+INFORMACIÓN
Puede suscribirse a nuestra lista de correo y mantenerse informado de todas nuestras actividades.
Valoraciones
No hay valoraciones aún.